La obesidad aumenta el gasto sanitario y social

Reducir las calorías de los productos de alto contenido en azúcar, sal y grasas en un 20% evitaría casi medio millón de nuevos enfermos. La obesidad se está comiendo el 3,3% del Producto Interior Bruto (PIB) de los países más ricos. En el caso de España, los costes sanitarios y laborales de la obesidad suponen el 2,9% del PIB. Esto es, cada español estaría pagando en la práctica 265 euros extra al año en impuestos para poder sufragar los costes de la obesidad. Por tanto, la epidemia de obesidad obliga a intervenir sobre la oferta alimentaria.

A esta conclusión ha llegado un extenso estudio sobre la carga de la obesidad que ha elaborado la OCDE, el club de los países más ricos, en el que se estima que la obesidad ha crecido de forma vertiginosa desde 2010, cuando la padecía el 21% de la población de la OCDE, hasta afectar ya a casi uno de cada cuatro ciudadanos, al 24% de la población de los países desarrollados en concreto. A esas cifras hay que sumar además las del sobrepeso para superar más de la mitad de la población en conjunto.

La tasa de obesidad se ha duplicado en España en las últimas dos décadas y continua al alza. Un 53% de la población adulta está por encima de su peso -un 37% sobrepeso y un 17% obesidad-. En el caso de los niños, más del 20% padece sobrepeso y el 14% obesidad. Se estima que la obesidad es responsable del 9,7% del gasto sanitario total. El exceso de peso siempre va asociado al riesgo de desarrollar otras patologías como diabetes, hipercolesterolemia, hipertensión, enfermedad cardiovascular o determinados tipos de cáncer, y por tanto, a requerir más atención sanitaria.

En concreto, se estima que el sobrepeso es responsable del 70% de los costes de los tratamientos para la diabetes, el 23% de los de las terapias cardiovasculares y el 9% de los de cáncer. Además, estaría generando una reducción de 2,6 años en la esperanza de vida de los españoles y una reducción de la producción laboral equivalente a 479.000 trabajadores a tiempo completo.

El informe de la OCDE explica que España, con todo, ha adoptado algunas políticas para reducir la epidemia de obesidad, como el etiquetado de alimentos voluntario en la parte frontal de los paquetes y restricciones sobre la obesidad, así como impuestos sobre las bebidas azucaradas, pero insiste en que “cabría hacer más”. En concreto, en el último año el Ministerio de Sanidad acordó con la industria de la alimentación una reducción progresiva de entre el 5% y el 18% del contenido de grasas, azúcares y sal en cerca de 3.500 alimentos procesados hasta 2020. Este acuerdo fue criticado por algunas sociedades científicas, por su carácter voluntario en lugar de forzar a la industria o adoptar medidas sobre los impuestos que ayudaran, además, a acabar con el fuerte gradiente social asociado a la obesidad, mucho más presente entre las clases sociales más bajas que entre las más altas.

Así, la OCDE explica en su informe que cabe hacer todavía mucho más en el caso español. En concreto, propone “un paquete combinado que incluyera el etiquetado de los menús, la prescripción médica de actividad física y programas de bienestar en el centro de trabajo”. Medidas como esas podrían llegar a prevenir en el caso de España hasta 96.000 casos de enfermedades no transmisibles de aquí a 2050 y generar un ahorro de 32 millones al año en costes sanitarios.

Junto a estas iniciativas, el informe propone que España introduzca medidas como una reducción calórica del 20% en los alimentos de alto contenido en azúcar, sal y grasas saturadas, lo que podría llegar a prevenir 472.000 casos de enfermedades no transmisibles de aquí a 2050. En términos económicos, una medida de estas características ahorraría 169 millones al año en costes sanitarios en España y aumentaría la productividad en el equivalente a 13.000 trabajadores al año.

Y es que la radiografía de la obesidad y el sobrepeso que por primera vez ha hecho la OCDE de forma tan exhaustiva refleja un problema combinado de exceso de sedentarismo pero también de exceso de ingesta calórica. En concreto, el análisis muestra que la ingesta calórica ha crecido en sólo 50 años un 20% desde las 2.700 calorías por persona al día a algo más de 3.200 calorías actuales. A esta preocupación hay que añadir el impacto en inequidades sociales que genera esta epidemia de obesidad, en tanto se estima que las mujeres con menores ingresos tienen un 90% más de probabilidad de ser obesas que las de ingresos altos y, en el caso de los hombres, un 50%.

A su vez, ser obeso conlleva más dificultades para encontrar trabajo y que éste genere altos ingresos, ya que la productividad de las personas obesas suele ser un 3,4% menor que la del resto y genera una reducción del 8% en la probabilidad de tener trabajo el siguiente año, potenciando una espiral de pobreza y sobrepeso que se retroalimenta. Pero lo más relevante es que el problema afecta con mayor intensidad a segmentos de población con menos ingresos A mayor pobreza, mayor tasa de sobrepeso y obesidad, especialmente infantil.

La evidencia indica que la terapia combinada de dieta, comportamiento y ejercicio es la más efectiva para disminuir la carga de sobrepeso. Y lo importante es que cualquier pérdida de peso, por pequeña que sea, reduce el riesgo de contraer alguna de las enfermedades asociadas. Por otra parte, es preciso conseguir que los alimentos preparados reduzcan el potencial calórico. Para ello es necesario alcanzar una alianza entre las políticas públicas y una industria alimentaría que no puede ignorar el grave problema de salud que se está creando.

 

Fuente: Diario Médico y Fundación HF