La OMS declara la guerra al azúcar

El pasado 11 de Octubre, día mundial de la obesidad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) elevó su tono en su lucha contra el azúcar. Primero, dirigió una llamada a la acción a los gobiernos para que introduzcan subvenciones para las frutas y verduras y en sentido opuesto que estos creen tasas e impuestos para las comidas y los alimentos que no sean saludables, especialmente en el caso de las bebidas azucaradas.

Las nuevas recomendaciones de la OMS se basan en las opiniones de expertos a nivel global y de 11 revisiones sistemáticas de la efectividad de intervenciones fiscales para mejorar las dietas y prevenir la aparición de las enfermedades no transmisibles (ENT). En cuanto al segundo movimiento que está planeando prevé la eliminación de las ventas y las prestaciones de bebidas energéticas en las sedes y oficinas centrales de la OMS, incluyendo los actos oficiales en los que participe. El suministro y venta de productos como agua, té, café y leche sin aditivos se mantendrá, mientras que a los empleados se les permitirá llevar bebidas azucaradas a sus puestos de trabajo.

Ambas medidas, tanto las de nivel administrativo encaminadas a políticas fiscales como las que afectan a los individuos en sus lugares de trabajo, aunque a diferentes escalas estarían relacionadas y orientadas a la consecución de un mismo objetivo: la reducción del consumo de un producto que lejos de tener un beneficio nutricional, cada vez está más unido al incremento en la obesidad, la diabetes y la aparición de caries dentales. Estas medidas suponen dar un paso más hacia lo establecido en el Plan de Acción conjunto de las ENT y la OMS del 2015 y el cumplimiento de las directrices del azúcar, que prevén una disminución radical en la ingesta de azúcar y productos azucarados.

Los beneficios que traerá este renovado liderazgo de la OMS en la lucha contra el azúcar se traducirán en una mayor publicitación y concienciación de los efectos negativos de un exceso de azúcar así como una difusión del grado en el que el azúcar está presente en productos envasados y catalogados como saludables, tales como zumos de frutas y leche con chocolate.

Las anteriores directrices en relación al azúcar pueden resultar de gran importancia para facilitar y estimular las acciones de los gobiernos interesados en suprimir las bebidas azucaradas tanto en colegios como en hospitales, así como en el diseño de tasas o impuestos para los alimentos con elevados niveles de azúcar, sal y grasas, cuya regulación estará encaminada a la reducción en el consumo de comidas insalubres y poco beneficiosas, y cuyas recaudaciones se puedan emplear en el tratamiento de las enfermedades no transmisibles.

Un desafío clave será como monitorizar y evaluar el control del impacto de la puesta en marcha de estas medidas. Mientras que ya hay un camino en cuanto  a la eficacia de los impuestos y tasas de los productos azucarados cuya experiencia es de gran utilidad queda mucho por recorrer en cuanto a los subsidios y otras herramientas económicas que puedan fomentar y promover hábitos saludables (como el consumo de frutas y verduras) y evitar la aparición de enfermedades. Las “prohibiciones contra el azúcar” aún deben ser evaluadas. En este sentido deberíamos mirar hacia Nueva Zelanda: La retirada de bebidas azucaradas de todos sus hospitales ha sido una medida bienvenida tanto por los pacientes como por el gobierno y los proveedores, pero el impacto sobre la salud es incierto. La guerra contra el azúcar es vital pero realmente es solo una parte de la larga batalla que se libra contra las enfermedades no transmisibles.

Fuente: The Lancet. Octubre, 2016