Secuelas del COVID-19
El síndrome respiratorio agudo grave originado por el coronavirus 2 (SARS-CoV-2) es el responsable de la pandemia de COVID-19, que ha dado lugar a una crisis sanitaria mundial y ha tensionado los recursos sanitarios. A medida que la población de pacientes que se recuperan de la COVID-19 crece, es primordial establecer una comprensión de los problemas de salud que les han surgido. El COVID-19 se reconoce ahora como una enfermedad multi-orgánica con un amplio espectro de manifestaciones más allá de la fase aguda de la infección. Y para poder poner fin a la pandemia se necesita la vacunación de la población.
De manera similar a los síndromes virales descritos en los supervivientes de otras epidemias graves de coronavirus, cada vez hay más datos de efectos persistentes y prolongados después del episodio agudo de COVID-19 como: fatiga, debilidad muscular, dificultad respiratoria y requerimiento de oxígeno, cefaleas, ansiedad, depresión y trastornos del sueño, palpitaciones y dolor torácico entre otros. Afectan sobre todo a las personas que han presentado una forma grave de la infección, pero también pueden aparecer en los que han tenido manifestaciones leves. En una reciente revisión se propone un marco para la identificación y caracterización clínica y epidemiológica de las distintas fases de la enfermedad en las personas de alto riesgo, susceptibles de desarrollar el síndrome post-agudo COVID-19, así como su gestión coordinada a través de clínicas dedicadas a la COVID-19.
Los estudios clínicos actuales y futuros, incluyendo cohortes prospectivas de pacientes, junto con la revisión frecuente de la evidencia emergente, son fundamentales para desarrollar una base de datos de conocimientos que ayudará a comprender mejor la historia natural y la fisiopatología de esta nueva entidad de la enfermedad para una mejor práctica clínica. Además, es evidente que la atención a pacientes con COVID-19 no concluye en el momento del alta hospitalaria, y se necesita cooperación interdisciplinaria para la atención integral de esta población.
Dada la escala global de esta pandemia, es evidente que las necesidades sanitarias de los pacientes con secuelas de COVID-19 continuarán y pueden aumentar en el futuro. Para enfrentarse a este desafío se requerirá el aprovechamiento de la infraestructura ambulatoria existente y el desarrollo de modelos de atención médica interdisciplinaria para así, mejorar la salud mental y física de estas personas.
Las personas con afecciones de salud como el colesterol elevado o las enfermedades cardíacas no tienen más riesgo de contraer el coronavirus que otras personas. Sin embargo, si se tiene Hipercolesterolemia Familiar (HF) y también ha sido diagnosticado de una enfermedad cardíaca, se le clasifica como más vulnerable o de más riesgo, lo que significa que debe seguir estrictamente las pautas de prevención como el uso de la mascarilla y el distanciamiento social evitando los espacios cerrados y difíciles de ventilar.
El tratamiento con estatinas a largo plazo que tienen los pacientes con HF o con el colesterol elevado por otras causas, podría estar relacionado con una disminución en la morbimortalidad de la COVID-19 en los pacientes hospitalizados, debido a su efecto antiinflamatorio y modulador del sistema inmune. Estos efectos de las estatinas sugieren que podrían ser beneficiosas para disminuir la gravedad de los síntomas. Por tanto, el tratamiento con estatinas u otros fármacos necesarios para reducir el colesterol no debe interrumpirse en los pacientes con COVID-19.
Para conocer mejor las necesidades y la evolución futura de los pacientes que han tenido el COVID-19, la Fundación de HF ha puesto en marcha un proyecto de investigación con el objetivo de identificar la prevalencia de COVID-19 en los pacientes con HF y en sus familiares no afectos y ver si existen diferencias clínicas significativas con la población general. Además, en las personas que han tenido la infección por COVID-19 se analizará la persistencia de manifestaciones clínicas y otras complicaciones más allá de la fase aguda de la enfermedad. Para esto, se seguirán a las familias que participan en el estudio de seguimiento de HF, conocido como estudio SAFEHEART.
Hasta la fecha, no existen tratamientos definitivos dirigidos específicamente a la infección y a la prevención del COVID-19. Por tanto, se necesita la administración de vacunas para reducir la morbilidad y mortalidad asociadas con esta infección.
La vacunación representa el arma más poderosa contra el virus, tanto a nivel individual como poblacional. Y no debemos olvidar que la esperanza de poner fin a la pandemia global por el Covid-19 es el desarrollo de una inmunidad adecuada de grupo a nivel de la población para así, poder detener los ciclos continuos de infección y enfermedad. A pesar de las informaciones de algunos efectos adversos muy infrecuentes de las vacunas como la generación de trombos, es necesario conocer que el riesgo de padecer un evento trombótico es «más alto» si se padece el COVID-19, que si se recibe alguna de las vacuna contra el coronavirus, según ha asegurado recientemente el director regional para Europa de la OMS, Hans Kluge.
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