Mortalidad prematura por la contaminación

La contaminación atmosférica tiene un impacto directo sobre la salud. El aire que respiramos, sobre todo en las grandes ciudades, contiene sustancias que pueden hacer enfermar. Y eso se traduce también en un mayor riesgo de mortalidad por enfermedades cardiovasculares como infartos, ictus, problemas cognitivos y también enfermedades respiratorias. La reducción de la contaminación del aire podría prevenir más de 52.000 muertes prematuras anualmente en Europa.

La contaminación atmosférica es una de las principales causas ambientales de morbilidad y mortalidad en todo el mundo. Las ciudades son generalmente puntos críticos para la contaminación del aire y el desarrollo de enfermedades. Sin embargo, todavía se desconoce en gran medida el alcance exacto de los efectos sobre la salud de la contaminación atmosférica a nivel de la ciudad.

Un estudio acaba de estimar la mortalidad asociada a la contaminación en más de 900 ciudades europeas y el número de fallecimientos anuales que podrían evitarse si se redujera la exposición a determinados contaminantes. Además, el trabajo ha elaborado dos rankings de carga de mortalidad asociada a dos de los principales contaminantes del aire: las partículas finas de materia (PM2.5) y el dióxido de nitrógeno (NO2). Los resultados obtenidos invitan a la reflexión.

Según las estimaciones del estudio, realizado por investigadores del ISGlobal de Barcelona en colaboración con científicos del Instituto de Salud Pública de Suiza y de la Universidad de Utrecht, si todas las ciudades analizadas fuesen capaces de cumplir con los niveles máximos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (10 µg/m³ para PM2.5 y 40 µg/m³ para NO2), se podrían evitar más de 52.000 muertes prematuras cada año. El 84% de la población europea estudiada está expuesta a niveles superiores de los recomendados por la OMS de PM2.5 y el 9% lo hacía a los niveles de NO2 recomendados.

Uno de los rankings elaborados, el que se refiere la mortalidad asociada a NO2, un gas tóxico asociado fundamentalmente al tráfico rodado, no deja en buen lugar a España. El área metropolitana de Madrid lidera la clasificación, con una media anual de 39,2 µg/m3 de NO2 y 206 muertes evitables si siempre se cumplieran los niveles recomendados por la OMS. En este mismo ranking, Barcelona ocupa la sexta posición, con una media de 38,9 µg/m3 de NO2 de media anual y 82 muertes evitables si se cumplieran de forma constante las recomendaciones de la OMS. Ciudades como París, Milán o Amberes acompañan a las ciudades españolas en los primeros puestos de este listado.

Sin embargo, el ranking elaborado sobre la mortalidad asociada al otro contaminante estudiado, PM2.5 es diferente. En este caso son las ciudades de Brescia y Bérgamo (Italia), Karviná (República Checa) y Unión Metropolitana de Alta Silesia (Polonia) quienes lideran la clasificación. Madrid figura en el puesto 551 de este listado, mientras que Barcelona ocupa la posición 157, según los datos del trabajo.

Según los datos del estudio, las ciudades con mayor carga de mortalidad asociada a PM2.5 se sitúan en la región italiana de la Llanura Padana, el este de la República Checa y el sur de Polonia, donde hay mayor exposición a partículas finas producto de la combustión del motor de vehículos y también de otras fuentes como la industria o la quema de carbón.

En los rankings que ha elaborado la investigación, ciudades del norte de Europa como Reikiavik (Islandia), Tromso (Noruega) y Umea (Suecia) figuran entre las ciudades con menor carga de mortalidad atribuible a la contaminación. Hay muchos factores que explican esto. Por un lado, su densidad de población y su situación geográfica contribuyen a que la concentración de contaminantes no sea muy alta. Pero también muchas de sus políticas, como la promoción del transporte público o el uso de la bicicleta, contribuyen a generar un aire más limpio.

La contaminación atmosférica desencadena inflamación en la pared de las arterias y eventos cardiovasculares. Las características del lugar en el que vivimos influyen en la salud más allá de los factores de riesgo cardiovascular tradicionales a nivel individual. Por tanto, se necesitan de manera urgente estrategias a nivel mundial para reducir las concentraciones de contaminación atmosférica y lograr una mayor protección de la salud en las ciudades y prevenir la enfermedad cardiovascular asociada.

Como profesionales sanitarios, recomendamos adoptar hábitos de vida para disminuir la enfermedad cardiovascular, como realizar actividad física y una alimentación saludable junto con el control de otros factores de riesgo como el colesterol, la hipertensión, el tabaco y la obesidad, pero también debemos reconocer la necesidad de considerar los determinantes ambientales, como el ruido y la contaminación de los barrios y del aire, como factores de riesgo cardiovascular.

Fuente: Adaptado de Lancet Planet Health 2021 Jan 19;S2542-5196(20)30272-2.