Rosa Solano

70 años, ama de casa
Cáceres

Rosa podría poner una farmacia y casi viviría con las estatinas que compra su familia: tiene unos 25 parientes con colesterol heredado, entre hermanos, hijos, sobrinos y nietos. “Éramos cinco hermanos y sólo uno se salvó del colesterol. Y de los que lo tienen, todos los sobrinos lo han heredado”, comenta. A Rosa le detectaron el colesterol ya de mayor, hace unos 30 años. “Fui a Madrid, a una revisión tras la operación de la hernia discal y de repente aparecieron muchas batas blancas en mi habitación… Los médicos me preguntaron qué comía. Les dije que frutas, verduras, pescado… a mí nunca me han gustado las grasas. Y se miraron aún más extrañados. Yo me susté y me dijeron que tenía 600 de colesterol…”. Le explicaron lo que era la Hipercolesterolemia Familiar y entonces entendió la muerte de su padre, fulminante tras una trombosis, o la de su abuela, con otra trombosis. Enseguida pensó en sus tres hijos. A Pepe, el pequeño, le encontraron más de 400 de colesterol con 14 años. Su hermana Guillermina se encontró con lo mismo cuando quiso entrar en el 12 de Octubre de enfermera. Sólo se salvó su tercera hija, María Victoria, cuyos hijos tampoco lo tienen. Pero sí otros nietos de Rosa. A todos les ha aleccionado con la alimentación. “Cuando vamos por ahí, me preguntan: abuelita ¿esto tiene colesterol?”. Rosa ahora tiene sólo 198, hace gimnasia y le dicen en Cáceres que “parece una quinceañera”. Se dedica a vigilar el colesterol de su amplia familia. Cree en el aceite de oliva, en una alimentación sana y en las estatinas. “A ver si nos ponen la aportación reducida, mi familia se gasta muchísimo dinero en medicinas cada mes”.