Miguel Ángel García

38 años. Militar
Getafe (Madrid)

Miguel Ángel se topó con el colesterol en un análisis rutinario en el cuartel, cuando tenía 25 años. Pasaba de 300. No se preocupa demasiado y su médico le manda unas estatinas. “Si me bajaba, las dejaba de tomar. Y luego volvía”, comenta. Así estuvo hasta su “primer susto”, en noviembre de 1.997 con 32 años: estaba en casa de un hermano, tan tranquilo, y se notó muy mal. Le llevaron a urgencias y resultó ser un infarto. Se lo cogieron a tiempo y salió adelante, aunque ya le advirtieron que “tenía las arterias mal”. A partir de ahí, se toma el problema a rajatabla, con estatinas, dieta y vida sana. Pero a pesar de ello, en agosto de 2003 llega “el segundo susto”: esta vez el infarto le da en la calle. En urgencias le ponen un stent (malla de acero para abrir la arteria) en la arteria anterior y sale con un tratamiento más completo. “Al principio tenía un poco de miedo, pero ahora no. El miedo hay que dejarle aparcado y hay que luchar y mentalizarte de que, si te cuidas, puedes vivir muchos años”, comenta Miguel Angel. Su caso ha servido para que tres de sus seis hermanos, que también tienen colesterol elevado (como la mitad de sus sobrinos), se lo tomen en serio y se cuiden, para evitar que se repita la historia: el padre de Miguel Angel, su abuelo y dos tíos murieron de infarto y jóvenes. También va a vigilar a su niña, que con 5 años apunta colesterol elevado. E insiste en que, aunque le haya repetido el infarto, demos una visión optimista de su caso. “Hay que animar a la gente”, remacha. Y lanza un consejo básico: “No fumar y caminar todos los días una horita es fundamental. Yo antes no lo hacía y creo que es clave”.