Araceli Andrés Sancha
58 años, ama de casa
Zahel (Burgos)
El colesterol ha marcado la vida de Araceli y su familia. Hace 20 años, su primera hija, Marisol, murió de repente, con 8 años. Poco antes habían detectado que tenía 1.000 de colesterol. Entonces mandó a su segundo hijo, Diego, de 2 años, a la Concepción. Los médicos le pidieron que mandara a su otra niña, Rocío, de 6 meses. Araceli tuvo que dejarles 8 meses hospitalizados en Madrid, tan niños, haciéndoles pruebas y varias operaciones. Problema: Araceli y su marido, Emilio, tenían hipercolesterolemia familiar heterocigota los dos. Eran primos y sus dos familias tienen muchos muertos por infarto. Diego y Rocío se hicieron mayores yendo durante 15 años al hospital de la Concepción. Y hace cinco años les dijeron que solo había una salida: un trasplante de hígado. A Rocío, ahora con 20 años, le ha funcionado. Pero Diego, con 22, tiene que tomar pastillas contra el rechazo y el colesterol, que tiene en 300.
A Gaspar (32), Ester (30) y Álvaro (24), otros tres hijos de Araceli, les ha aparecido el colesterol de mayores y toman pastillas. Sólo se ha salvado Ignacio (17 años). “Yo estoy encima de todos, insistiéndoles en las comidas, pero no siempre me hacen caso. Y les compro las pastillas, ya que de alguna manera tengo la culpa de lo que les pasa”, comenta Araceli, que pasa por una depresión. Ella y su marido, ganadero y agricultor, toman pastillas y se cuidan en la alimentación. Ahora, Araceli se preocupa de sus dos nietos, de uno y dos años. “Les van a mirar a ver”. De momento, Araceli ha ganado la batalla al colesterol: 11 a 1. Pero sabe que no pueden bajar la guardia: “Tendrían que cuidarse más”, se lamenta.
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